El alto costo de la fama. Michael Jordan irrumpió en la NBA con una forma de jugar que cautivó al mundo entero y, sin ni si quiera haber ganado un solo campeonato con Chicago Bulls, ya tuvo que tomar una drástica decisión: dejar de ir a la iglesia.
Jordan creció asistiendo a la iglesia de manera frecuente en Wilmington, Carolina del Norte. Empezó el camino del baloncesto universitario y continuaba con una tradición que le inculcó su familia, pero a medida que empezaba a dar los primeros pasos en la NBA, esto se hacía cada vez más difícil.
En una entrevista que Michael Jordan concedió en 2020 admitió que no sabe si sería capaz de sobrevivir a la era de LeBron James en la NBA por la falta de privacidad que tienen las estrellas de la liga. El mismo ‘Air’ vivó una muestra de esto en 1989 y eso que no había ganado un anillo de campeón.
A pesar que en las primeras cinco temporadas de Jordan en la NBA no ganó un título con Chicago Bulls, terminaría con seis campeonatos, Michael obtuvo tres títulos de anotación, un premio MVP de la temporada 1987-88 y fue seleccionado en cuatro ocasiones al Juego de Estrellas. Esto le alcanzó a Michael para que le fuera imposible volver a ir a la iglesia.
“Cuando voy a la iglesia, cualquier iglesia a la que voy, no me parece una iglesia, porque todos se quedan mirando. Regresé a mi propia iglesia en Wilmington varias veces desde que estoy en los profesionales y realmente no ha sido la misma vieja iglesia. Es más, o menos: ‘Bueno, Michael está aquí hoy, hagamos que hable por nosotros’”, confesó Jordan en una entrevista que le concedió al portal GQ Sports (Deportes) el primero de marzo de 1989.