Por motivos que no vienen al caso ayer regresamos especialmente tarde de Alemania. Y es que nada más concluir el partido en Leipzig y tras preguntar, y escuchar a los protagonistas de la derrota del Real Madrid nos subimos al coche para recorrer los 200 kilómetros que separaban al Red Bull Arena de nuestro hotel en Berlín donde hicimos noche. Aprovechamos la ruta para escuchar el podcast de Marcador donde apreciamos la rajada de Courtois con un detalle mayor del que advertimos por las prisas del directo en la zona mixta. Nos sorprendió la enmienda, como a casi todos.
Tras una mañana de quehaceres laborales varios en la capital germana nos fuimos al aeropuerto con la convicción de que era posible una eliminatoria de octavos de final de la Champions con, al menos, dos equipos españoles.
Con los primeros goles del Inter y algo de retraso en el despegue partimos hacia Madrid repletos de incertidumbre por el desenlace de la noche europea. ¿En qué lugar iba a quedar nuestro fútbol? Y con un pensamiento más egoísta ¿qué posibles rivales le podrían tocar en suerte al Madrid?
El caso es que nada más tocar tierra los móviles de medio pasaje empezaron a sonar. Decenas de notificaciones e incluso alguna app de Radio Marca y Movistar encendida para dar crédito a la jugada más cruel de la clasificación de las jugadas crueles. Lo del Barça estaba descontado.
Inmediatamente afloraron preguntas sin parar. ¿Fin de ciclo en el Atleti? ¿Dimisiones en Can Barça? ¿Alguna señal de la cruz para algún futbolista?
Luego nos hizo pensar esa reacción de algunos aficionados que se quedaron a aplaudir a sus jugadores tanto en el Camp Nou como en el Metropolitano no se sabe muy bien por qué. ¿Qué era lo qué aplaudían? ¿Es esa la exigencia que piden para sí mismos? ¿Autocrítica nivel «Tibú dividido entre cien»?
El caso es que buscando razones y argumentos para compartir este tiempo de opinión concluimos que teniendo en cuenta el nivel hypeado de ambas plantillas, la incapacidad, por diferentes motivos, de sus entrenadores y la gestión autodestructiva y desleal de sus dirigentes no podemos hablar de tiburones fracasados, que diría Mourinho, cuando terminas en el lugar que realmente te corresponde.