Partidazo: Camerún y Serbia sobreviven al caos y empatan a tres goles en Al Janoub

Un empate mantiene con vida a Camerún y Serbia en el Mundial, pero quizás también daña a ambas después de un caos complicado de entender porque las dos se dejaron remontar de manera inopinada y se aplicaron con igual fiereza entre el dislate y la inspiración. Seis goles, tres para cada equipo, son el retrato de un desbocado juego de errores en el que nadie fue capaz de sujetar las riendas.

Serbia se contagió del despiporre. Pudo tener un partido tranquilo, pero dejó pasar varias veces la oportunidad de disfrutar del sosiego. Sin Vlahovic, del que se reportan noticias de una pubalgia, confió su ataque a Mitrovic, que cumple una excelente temporada en el Newcastle y que pudo marcar de inicio en dos ocasiones, una se le fue al palo y la segunda lo acarició. Al filo de la media hora cometió un primer despropósito cuando Zivkovic quiso buscar desde el medio campo un pase retrasado a un central y lo que hizo fue enviarle un pelotazo que se perdió por la línea de fondo. El córner acabó en gol de Castelletto para Camerún,

Serbia reaccionó, que para eso tiene talento de sobra para someter casi a cualquiera. Y se fue al descanso con la flecha para arriba tras remontar con un testarazo del central Pavlovic en una falta frontal, que no supo defender Camerún, y tras un zurdazo de Milinkovic-Savic después de que Zambo Anguissa intentase un sombrero sobre un rival en el balcón de su propia área.

Anárquica como es, Camerún pareció bajar los brazos después de que la segunda parte se abriese con un nuevo gol, otra humillación para su defensa culminada por Mitrovic. Pero si en tres minutos había permitido una remontada, en otros tres empató el partido. No traten de entenderlo.

Serbia hizo lo suyo. Tiró la línea más allá de lo aconsejable y en esa suerte Milenkovic, su central derecho, se quedó enganchado en dos ocasiones. Por allí andaba Aboubakar, que acababa de salir al campo para conformar dupla con Choupo-Moting. Con sendos goles justificaron su comandita como también explicó el videoarbitraje su utilidad.

El empate a tres goles con media hora por jugar abría un escenario vecino a la chifladura. Pero de pronto todo pareció calmarse. Las calculadoras empezaron a funcionar y los serbios, que parecen mejor equipo, se adocenaron como si cayesen víctimas del estupor de verse igualados en un partido que ya creían ganado. Apenas se activaron al final, con Mitrovic de nuevo a los mandos, sorprendentemente sin compañía. Vlahovic no jugó y de Jovic las únicas noticias que hubo fueron las de una amonestación mientras veía el partido en el banquillo.

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