Escribió el otro día Miguel Ángel Lara un tuit, después del penalti no pitado a favor del Barça en Champions, que resume muy bien el estado al que hemos llegado con el VAR y el revisionismo en el fútbol. «Cuanto más lenta la imagen, más se pervierte el fútbol«. Dejando a un lado que Lara animaría al meteorito que amenazase la Tierra si supiera que iba a caer encima de un monitor de VAR, lleva toda la razón del mundo. Pretendemos juzgar acciones a cámara lentísima cuando el fútbol se juega a velocidad real. Lo que en directo nos parece un lance de toda la vida, en la repetición a nosecuántos frames por segundo aquello parece la escena del garaje de Reservoir Dogs con Stuck In The Middle With You de fondo.
Con las repeticiones del VAR, hasta un saludo tímido de dos besos parece una escena de la isla de las tentaciones. Y ahora hacia adelante, y ahora hacia marcha atrás, y ahora desde este enfoque y ahora desde un tiro de cámara muy lejano desde el que no se ve nada, pero como lo tenemos pues habrá que aprovechar el gasto. Todo para hacernos creer que lo que falla es el VAR cuando, como toda la vida, el que se come el penalti clarísimo de Dumfries es un árbitro. «A velocidad normal, que es como se ve en fútbol, penalti muy claro», que dijo Lara en su siguiente tuit.
Nos hemos venido tan arriba con esto de ir al monitor que el otro día le leí a Palomar que también hay un VAR del alpinismo. Al parecer hay un estudio que dice que la cima real de algún ochomil está un poco más allá de donde se hicieron la foto los alpinistas que la hollaron. «A mí que no me venga un tío a quitar ahora una cumbre sentado en un sofá, porque no», le decía Edurne Pasaban a Roberto. Como si a Amundsen, al volver del Polo Sur, le dice un tipo que se ha quedado a cinco metros del punto exacto. «Pues ve tú con la punta de…del cartabón y me mandas un selfie», le diría en perfecto noruego.
El caso, volviendo a la jugada, es que era mano de Dumfries. Y que la tenía que haber visto el árbitro en directo. Los árbitros se han encontrado con un aliado, el monitor, que les descarga de responsabilidad. Si el monitor acierta, porque les evita el error. Y si resulta que el sistema que les protege de equivocarse no funciona, la culpa es de la cámara, que no ha debido captar la imagen buena, aunque en casa todos lo hayamos visto. Y lo peor es que el espectador ha comprado su juego de escapismo y culpa a la tecnología de los errores humanos. Como si sale un político en televisión diciendo cosas inaceptables y nosotros la tomamos a pedradas con la pantalla.